El día 13 de febrero, un grupo de alumnos de segundo de
bachillerato, acompañados por nuestros profesores Juan Manuel Rodríguez y
Fernando Martínez, compartimos un magnifico día de convivencia y, para ello,
qué mejor sitio que la ciudad de Sevilla, esa ciudad tan nuestra y de la que se
dice que ‘’tiene un color especial’’.
Partimos de nuestro centro a eso de las ocho y media de la
mañana, para llegar a la capital hispalense sobre las nueve de la mañana. Una
vez allí, guiados por nuestro profesor de Lengua y Literatura Fernando,
descubrimos los rincones más íntimos y hermosos del barrio de Santa Cruz, el
cual tiene su origen en la antigua Judería de Sevilla. Nos movimos por sus estrechas
calles para llegar a algunas de sus plazas más significativas, como la plaza de
Santa Marta o la plaza de Santa Cruz, con su cruz de la Cerrajería y que fue el
emplazamiento del primitivo templo de Santa Cruz, donde enterraron al célebre
pintor sevillano Murillo.
Dejamos el barrio judío para partir hacia el Archivo de
Indias, no sin antes hacer una breve parada en el monumento a la Inmaculada
Concepción, del que nuestro profesor de religión Juanma nos explicó que es un
reconocimiento al dogma de la también llamada Purísima Concepción. Una vez en
el Archivo de Indias pudimos ver los cientos de miles de documentos archivados
en lo que a día de hoy es un museo, pero que durante siglos fue el centro de
gestión de las relaciones económicas, políticas y sociales entre nuestra patria
y el ‘’Nuevo Mundo’’.
Rondaba
las once de la mañana cuando nos tomamos un descanso para desayunar, y que mejor
manera de hacerlo que contemplando la Catedral de Sevilla, nuestro próximo
lugar de visita. Nos volvimos a reagrupar en una de las puertas de entrada a la
Catedral, donde habíamos quedado con Borja, el guía que nos llevaría por todos
los rincones del templo. Y cuando hablo de todos los rincones me refiero
realmente a todos los rincones.
Tras
una breve pero detallada explicación de la tipología de la Catedral, así como
de su historia, que se puso a prueba a los que estudiamos Historia del
Arte, el guía nos hizo cruzar galerías y
subir enrevesadas escaleras con un fin que merecía, sin duda, la pena: las
cubiertas de la Catedral. Pocos son los afortunados que han podido disfrutar de
dicha zona del templo, de sus elementos arquitectónicos (los arbotantes, las
enormes vidrieras, etc) que, vistos en primer plano, nos recuerdan una de las
señas de identidad del edificio: su monumentalidad.
También
se pueden contemplar los trazos que los maestros constructores realizaron en el
suelo para guiar a los operarios a la hora de realizar su trabajo.
Al
llegar a la cubierta más alta pudimos disfrutar de una vista impactante de La
Giralda, torre campanario de la Catedral y antiguo alminar de la que fuera
también mezquita sevillana. Sería, pues, la Giralda nuestra última visita,
aunque ya sin guía y de una manera fugaz. Rápidamente subimos al ‘’cielo de
Sevilla’’ (al menos así fue hasta la construcción de la famosa torre Pelli)
para contemplar en su totalidad la capital hispalense.
Este sería el fin de una jornada que terminaría de manera
muy animada en el autobús de vuelta, con nuestra compañera Rosa dando muestra
de su espléndida voz cantando canciones populares típicas andaluzas con las que
se puso el cierre a un día magnífico.
José Luís Narváez Cabeza